miércoles, 11 de marzo de 2009

mi primera entrevista.

una entrevista de personalidad que hice para mi clase de introducción a la información en la u.

Ricardo Mejía

Un comunista tico
made in Honduras

Llegó al país en 1946 y luchó por el “comunismo a la tica” junto a Manuel Mora y Carlos Luis Fallas

Hoy, este zapatero de 90 años, rememora cómo repartía en forma clandestina el periódico “Trabajo” por San José


Natalia Villalobos B.


La noche de aquel 26 de noviembre significó para don Ricardo el inicio de una nueva vida. Al otro lado de la frontera quedaron sus raíces hondureñas y desde Peñas Blancas empezó a recorrer el camino hacia su nueva patria.
Terminaba apenas el invierno de 1946 cuando, con apenas 26 años, el espigado hombre de tez morena y largas piernas llegó a Costa Rica para forjarse “una vida diferente”.
Hoy, 62 años después, sentado en una banqueta en el corredor de su casa, en San Antonio de Escazú, Ricardo Mejía Mejía, defiende con orgullo su juvenil decisión. La nostalgia le brota por su ojos. Su piel refleja el paso de los años, pero su memoria luce aún fresca cuando habla de cómo, con el paso del tiempo se convirtió no en un tico más, sino, como lo dice, en “más que un tico”.
Con su voz entrecortada, recuerda cómo la dictadura militar del general Tiburcio Carías sumía a su país natal en la pobreza y la opresión cuando varios amigos de su terruño, Santa Rosa de Copán, lo convencieron de aventurarse a buscar un cambio y viajar a aquel país que muchos admiraban y del que solo “cosas buenas” se hablaba en el norte hondureño.
“Yo decidí cambiar de patria sin renunciar a la mía. Uno es de donde nace, pero también de donde vive, donde come, donde se educa y donde tiene comodidades; esa fue la situación que me llevó a cambiar de patria”, reseñó.
Mejía no llegó solo a la frontera norte de Costa Rica. Aunque hoy no recuerda sus nombres, tiene claro que dos “compañeros” salvadoreños lo acompañaron en la travesía. Vinieron por tierra, atravesaron Nicaragua y llegaron a Peñas Blancas.
Pero su meta era la capital y hasta San José llegaron “para trabajar honestamente” y una vez en la ciudad “alguien” le recomendó asentarse en Cinco Esquinas de Tibás.
Ahí empezaron sus nuevas experiencias. Ya traía en el bolsillo sus armas de trabajo y por eso buscó cómo emplearse como zapatero, profesión que le enseñó su mamá, doña Cruz Mejía.
Eran tiempos de ebullición política en aquella apacible capital en donde pocos carros se dejaban ver por las empedradas calles y muchos aún se transportaban a caballo o en carreta.
Su profesión lo acercó a las luchas sociales de entonces, pues el “Sindicato de zapateros”, se convirtió en una de las semillas del incipiente comunismo criollo que lo llevó años después a luchar a la par de conocidas figuras históricas del Siglo XX costarricense.

De Calderón y Figueres

Cuando don Ricardo llegó, al frente del país estaba Teodoro Picado. Incluso recuerda cómo a su llegada a suelo tico, en Guanacaste se encontró de casualidad con que el Presidente andaba de visita.
Su suerte le sonrió cuando por esas situaciones del destino, buscaron a alguien que pudiera arreglarle de emergencia un zapato al mandatario. Él, temeroso por estar ilegal en el país, lo pensó dos veces, pero al final accedió a efectuar la sencilla reparación.
Picado, agradecido, identificó que aquel muchacho no era tico y don Ricardo le confesó su estado de recién llegado. El Presidente le entregó un improvisado papel en donde ordenaba le ayudaran a obtener la legalidad. Unos días después, Mejía hizo efectiva la ayuda presidencial y logró que en San José le dieran su permiso migratorio.
Pero ese casual encuentro cercano con la política nacional, apenas llegando, lo hizo interesarse aún más en la situación interna del país y, según narra, comenzó a simpatizar con el entonces llamado “calderonismo”, cuyo líder era el expresidente Rafael Ángel Calderón Guardia.
“Yo simpatizaba con Calderón Guardia por el establecimiento de las leyes sociales. La huelga de los brazos caídos fue muy difícil para el pueblo, los pobres pasaron muchas necesidades”, rememora.
Para los difíciles tiempos de 1948, ya Ricardo Mejía tenía su “vida hecha” en la capital. El nombre de José Figueres Ferrer lo recuerda con detalle. Ese líder político encabezó la llamada Revolución de 1948, que desconoció el resultado de las elecciones presidenciales de ese año.
“Quien más apoyaba esa revolución era el capital. Ellos creían que con el nuevo régimen se iban a derogar todas las leyes sociales pero más bien se fortalecieron. Se dio la nacionalización bancaria y se creó el Concejo Nacional de la Producción. El cambio que hubo fue positivo y yo estuve al tanto de todo eso porque a mi siempre me gustó ser una persona informada”, señaló Mejía.
Pero su simpatía e interés por la vida nacional no quedó en la simple observación. Mientras seguía moldeando zapatos con sus grandes y curiosas manos, el gusanillo político le seguía picando.
Cuenta que a Figueres le ayudó un grupo de hondureños que integró la llamada “Legión del Caribe”, que una vez que el nuevo caudillo asumió el control en Costa Rica, planearon entrar alzados en armas a Honduras y lo invitaron a participar de la nueva aventura.
“Yo me entusiasmé. Dar la vida por la causa de la libertad vale la pena. De acá iba a salir una expedición hacia Honduras, iba a haber una revolución allá; talvez habría sido una masacre porque el gobierno de Honduras era muy fuerte”.
Cuenta cómo Héctor Medina Planas, un amigo hondureño suyo, que le había ayudado a establecerse en San José, le advirtió del riesgo. “Me dijo: ¡alto!, no Ricardo, no se meta en esas aventuras. En primer lugar Carias es muy poderoso, tiene el apoyo de Estados Unidos y de sus vecinos; eso va a fracasar, mejor edúquese políticamente, aquí hay un partido que lucha por los pobres”. Ese fue su encuentro con Vanguardia Popular, que sería su escuela y su casa política a partir de ese momento.

Hombre de izquierda

“Yo cogí el consejo y busqué a los vanguardistas”, recuerda y su voz denota más que admiración por ese pasado, un gran cariño por aquellos años en que asistía a charlas e incluso, de lo poco que ganaba, le aportaba al partido.
“Ahí logré aprender mucho, conocer personas importantes, tener una orientación diferente, de la justicia y la injusticia de este país. Ese partido lo pusieron fuera de ley porque a los ricos no les convenía. El anticomunismo siempre ha sido feroz, pero funcionaba ilegalmente, era un partido organizado” expresa don Ricardo.
Más allá de su confesión como “hombre de izquierda”, se nota que Mejía disfrutó en ese momento del aprendizaje por compartir al lado de los que llama “grandes figuras” del comunismo tico.
Manuel Mora Valverde, fundador de Vanguardia Popular, su “camarada” Arnoldo Ferreto Segura y el líder, escritor y novelista, Carlos Luis Fallas (Calufa) integraron su círculo cercano. Fueron sus orientadores, compinches y amigos.
Pero Mejía, el zapatero de Cinco Esquinas, siempre tuvo claro que su papel en el partido era de simple militante. Aunque arriesgó y fue más allá, según recuerda. Él, a escondidas de las autoridades, se unió a aquella legión de personas que dedicaban parte de su tiempo a repartir el periódico Trabajo, órgano oficial de Vanguardia.
De noche o de madrugada, Mejía salía de su casa, recogía en otro sitio los cuadernillos de periódico y recorría los barrios para entregar “el mensaje” comunista. Nunca lo descubrieron y hoy recuerda con orgullo su “travesura” ideológica.
En sus andanzas, ya con mujer y cuatro hijos a cuestas, el zapatero no cesó en su idea de promulgar la ideología. Pero la “obligación” con su esposa Belisa y sus retoños Norma, Francisco, Alberto y Galina, separados entre si por pocos meses, lo forzó a disminuir su actividad partidaria.
Un pasaje para él inolvidable fue el haber conocido e intercambiado saludo con un joven médico extranjero que llegó “un día de tantos, antes de la revolución cubana” a buscar a Manuel Mora a su oficina cerca del Parque Central de San José. Mora no estaba en lugar y su secretaria, América, le dio una cita al joven para la tarde de ese mismo día.
Mejía se enteró años después, por boca de Mora, de que el joven tan “bien hecho” que saludó de paso aquella mañana se convirtió en un “famoso revolucionario”. Don Ricardo aclara su garganta y dice orgulloso: “Ese día yo conocía al Ché Guevara”.
La justicia social ha sido su norte desde que cruzó la frontera norte. Todavía el año pasado, dice, con 88 años, “fui a las calles para manifestarme en contra del TLC” (Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos).
“Comunista”, “hombre de izquierda”, Mejía no niega su orientación. Pero reconoce que “con el tiempo todo se termina, uno llega a un estado de impotencia… yo llegué a donde pude”.
Sin embargo, para este comunista tico made in Honduras “solo los principios no se mueren nunca”.

4 comentarios:

  1. Muy interesante entrevista. La felicito. Me he tomado la libertad de citarla en mi blog "Cosas de Jota" porque usted menciona incidentalmente a un personaje sobre el que he escrito: Héctor Medina Planas.

    http://cosasdejota.blogspot.com/2009/07/un-presente-hondureno.html

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Excelente entrevista. Poné más de estas que da gusto leerlas. "Ese día yo conocí al Che Guevara": creo que esto es inédito en la historia del país, que el Che pasara por acá. Habrá que documentarlo, ¿no te parece?
    http://pequenopuntociego.blogspot.com

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  4. Hasta ahora leo estos comentarios.
    Muchas Gracias! :)

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